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Siempre se dijo que, si en la noche de difuntos hay luna
llena, el primer rayo de su luz, allá donde caiga, devolverá la vida a
los muertos. Una vez pasó, y lo primero que iluminó la luna fue el
maizal del señor Evaristo. Bernardo, cuando nadie lo veía, les dio las
mazorcas afectadas a los pollos que iban al matadero. A partir de
entonces, sucedieron en el pueblo cosas muy extrañas...
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